Subyugado por los últimos acontecimientos, se había visto obligado a dejar de creer, muy a su pesar, en una salida triunfante.
Desde las alturas todo se percibe ínfimo y frío, pero el espíritu de la liberación se había extendido a sus pies con fiereza desmedida esta vez.
Algo le decía que había dejado de ser intocable.
Sólo le quedaba mantener su pétrea compostura y esperar.
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