Nieva y el cielo se abre en espasmos rosáceos.
Entre estas cuatro paredes crece la marejada y el techo presiona cada vez con más fuerza sobre nuestras cabezas.
Las aceras empiezan a blanquear.
Aquí, en cambio, nace una extraña niebla negra.
Quizá escapar sea una buena opción.
Quizá no.
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