Mientras camino hacia una nueva y titubeante luz, aquella que asoma al final de este pegajoso túnel serpenteante, miro mi reflejo en los charcos que piso y no reconozco del todo al personaje que comencé a interpretar cuando, sin previo aviso, te diluiste, absorbida por el tiempo.
A pesar de los esfuerzos que hago por escapar de mi mismo y de mis torpes pasos, me siguen martilleando en las sienes todos aquellos momentos en que no supimos o no pudimos compartirnos, en que no supimos o no pudimos disfrutarnos.
Y, aunque intento convencerme de que, a pesar de las dudas, avanzo, en realidad sólo regreso una y otra vez a la casilla de salida, y como en un reiterativo juego infinito, empiezo un nuevo giro, una nueva revuelta, que quizás, sólo quizás, no me lleve a ninguna parte.
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